Tuve
acceso a los archivos por casualidad. Mi tarea es la limpieza no el
psicoanálisis. Cuando por mi imprudencia, se cayeron los archivos del estante
me encontraba decidiendo si desmantelar o no una construcción de tela de araña crecida
en un rincón, apática como una flor que halla suficiente el foco de 25 wats
para hacer su fotosíntesis y puede vivir a plenitud en el estudio del Dr. K.
Solté
la escoba y me incliné para recoger las carpetas. Atribuyo a los sedantes
matices otoñales usados en hilar la alfombra, a su diseño de raíces y hojas; al
magnífico aroma que encerraba —apenas ayer la había desinfectado con sol y
detergente—, el que me haya tumbado sobre ella para ojear los documentos de
investigación. Reparé en su fotografía. Su cara era común, podría pasar su rostro
como el empleado del mes en Rastys o el vendedor de la semana en Toyo, sin
embargo su gorra, la escarapela militar, las estrellas en la pechera y la forma
de mirar, lo segmentaban: Cap. Reeves Cornwell lapidaba, con manuscrita en
tinta verde bajo el retrato. Hojas amarillentas, foto en sepia, subrayados
importantes en rojo, pies de página a lápiz con letra oscura, una gran mancha
de café que se había filtrado hace tanto tiempo anegando decenas de hojas.
—Pase
Reeves... lo estaba esperando —Dr. K. se levantó de la mesa con falsa
solicitud, derramando la taza de café sobre los expedientes. Se apresuró a
buscar en las gavetas un paño para corregir su imprudencia. La mancha crecía y
ahora rozaba los linderos del escritorio para gotear sobre la alfombra. Reeves
brincó de la silla y le tendió su pañuelo de bolsillo, haciéndole prometer que se
lo regresara lavado y planchado en la próxima sesión—. Revisaba su expediente
—retomó el habla mientras limpiaba—. Sus sueños son complicados, la exploración
revela pulsiones internas por liberarse de los lazos paternales: bombas
demasiado alargadas como los cuellos de las mujeres de Modigliani. Soñar en
hongos revela miedo por aceptar las fantasías de la niñez; gnomos, hadas, unicornios...
todo ese arsenal fantástico del bosque lucha en su interior por no morir. Un
rezago del rodaballo de su primera niñez, que brinca fuera del agua
estrangulado por el oxígeno de una tercera vejez, a su vez que se debate en la
obligación de matar su niño interno —Retomó el aliento tras la frase larga.
—Tercera
vejez, primera juventud, quinta de Beethoven... ¡Basta doctor! no puedo dormir,
las pastillas no hacen efecto. Mi vida es una mierda —concluyó, declinando la
voz desde el grito al elemental susurro, mientras desabrochaba los botones de
su camisa y se tendía en el sillón para un nuevo sondeo.
K.
se acomodó a su lado con una libreta y un lápiz para atender su ración de sueño
ajeno. Esta circunstancia en que le ponía su profesión le había convertido en
un desvalido pichón que espera, con impaciencia, la llegada de las aves mayores
y abre el pico para que le regurgiten.
—¿Usted
sueña Margarita?
—Supongo...
cuando era joven soñaba más, en una ocasión soñé que...
—Yo
ya no sueño. De tanto escuchar los sueños de los pacientes, quedo repleto —recordó
las palabras de K. tumbándose con la carpeta de Reeves entre las manos hasta
dejar cómoda su nuca sobre un cojín y enterarse de trozos de la vida clínica de
Reeves:
Sesión AT—7890
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el botón para encender la luz es algo reflejo. Encender o apagar las
direccionales, girar la perilla para que cese el agua de la ducha, hacer saltar
con el pulgar el fuego del encendedor... —párrafo ilegible por la mancha de
café—, aplastar el diamante negro para que caiga la bomba. El gran hongo, el
gran silencio, el alejamiento para que la radiación no nos alcance, el cálculo
de las víctimas, la medalla que nos impondrán y luciremos orgullosos en los
desfiles, el posible final de la guerra... el planeta que va cambiando de
colores como el sabor de una ronda de tequilas, hasta que desaparece envuelto
en un pañal bermellón, incendiando a las criaturas enemigas. Millones de
bastardos alienígenas que pasan a la condición de cadáveres, que se evaporan en
un solo destello del mismo tono rosa que el humo de los cigarrillos que se fuma
el comandante, rapidísima sublimación, sin dar tiempo a los cuerpos para que
vayan sedimentando en ellos los elementales gusanos, sin dar pie a las patitas
de los moscardones a que parpadeen sobre la carne, sin dar tampoco espacio a
que los gallinazos limpien la guerra…
Sesión AT—7893
Extraño
las guerras de antes. La espada al cinto, hacer largas marchas al campo de
batalla entonando una cancioncilla. Enfrentar al enemigo solo con un tambor.
Soltar la carga y encender la Reina de Tokyo para atiborrarnos de blues o
neorock gospeliano hasta llegar a la base y conocer el daño causado al
enemigo... Mil bajas… A los dos días de vagar comí un conejo que había muerto electrocutado
en la cerca…
Sesión AT—7897
...
a veces tengo un sueño recurrente.
Sesión AT—7999
...
Estoy en el panteón de los seis privilegiados. El primero es el comandante que
soltó la de Hiroshima, otro de ellos es Tzauweapon, el representado en los
intaglios nórdicos con las orejas de paquidermo, la nariz de roedor y venerado,
como semidiós, por los colonos hindúes de Copérnica. También está Becerra, el
que tiró la “Gran mazorca” sobre el canal de Suez y barrió con los infieles;
también ella, la subteniente Melliza Egas, la que soltó la primitiva bomba de
hidrógeno, sobre la cara oculta de la Luna para barrer a ocho tribus judías de
esos asentamientos... —párrafos ilegibles por la mancha de café—, ... el
Mariscal Negro y luego yo, el contemporáneo, el que soltó la bomba de implosión
sobre Rigel para convertirla en una supernova y arrasar a los doce planetas
enemigos, incluidas sus lunas y satélites artificiales... la luz de Rigel
iluminó la Tierra por espacio de seis días, rivalizando con la luz solar.
Sesión AT—8033
...
antimateria, átomos, pulsares, acelerador de fotones, crónica roja, la no
amenaza, la no respuesta, el abismo, la rendición... Diagnóstico: Culpa.
Tratamiento:
Hectnosis.
(Sello
de la CVG —Clínica para Veteranos de Guerra— y firma el doctor K. al pie del
documento).
Sesión AT—8112
Reeves
muestra notable mejoría. He conseguido resituar su mente y cuerpo. Ahora acepta
que la división de átomos que hizo saltar Rigel en pedazos corresponde al
divorcio y separación de bienes de un matrimonio del lugar; allá aplican al pie
de la letra el asunto de dividir todo por la mitad. El átomo inicial pertenecía
a un candelabro de plomo que la pareja dividió en la separación de bienes... he
creado un barrido de su memoria y un reacondicionamiento fractal en las partes
que he borrado, las lagunas mentales están ahora rellenas con la repetición de
las orillas. Nueva historia en su cabeza. Sus medallas, ahora acepta que las
ganó cuando era cadete en una regata por un inquieto río de metano. Cree que no
arrojó la bomba de celerios, que solo apagó la luz de una gran habitación
atestada de bacterias.
Cree
que las velas no se encienden con botones sino con monedas de un centavo, cree
que la guerra no es una forma de motivar la innovación tecnológica y más bien
está encaminada a mejorar la preparación de los mantecados de limón. Cree que yo,
su psicoanalista, soy el tipo regordete y bonachón que le prepara los
bocadillos con que se alebresta entre comidas, que nunca aprendió a volar, peor
ir al espacio en las naves de batalla, que siempre ha sido un miembro del
cuerpo de limpieza de este edificio, que es mujer, que tiene nombre de coctel
“Margarita”
y que su sentido de la armonía le haría incapaz
de desbaratar una tela de araña, peor barrer a toda una civilización con sus bastos
imperios y milenaria ciencia, que Rigel nunca existió y que nunca estuvo en
guerra contra nuestro Sol.
email: jminop@gmail.com
Ilustración: Sadock. 2013.
"LUEGO DEL ENOLA GAY".
FINALISTA Ciencia Ficción Fantasía y Terror: "Cryptshow 2009". Barcelona - España.
AYER SERA OTRO DIA © luego del enola gay.
9 Relatos de Ciencia Ficción.
Registro: Jan 5, 2015 2:59:03 AM UTC | Código: 1501052906627
Tipo: Narrativa, Relato
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